Justo antes de poder formar parte del momento, alguien nos agarraba, se agachaba y nos decía "tu aquí ver, oír y callar..."
Ese mantra repetitivo que nos colocaba en una situación de sumisión, aceptación y conformismo.
¿Es posible que todavía tengan efectos nefastos sobre nosotras esas palabras?
¿Es posible que parte de la pasividad social venga porque tenemos asumido
que nuestro papel es ver, oír y callar?
A mi siempre me ha resultado tremenda esta frase.
A veces me veo repitiendo los mismos refranes que a mi me decían como: "tu come y calla", "a quién madruga...", "en boca cerrada..." y un largo etc, y me asusto, porque es casi una inercia,.
Pero si me paro a analizarlo, la mayoría de ellos me ponen los pelos de punta.
El de ver, oír y callar es uno de los que se lleva la palma del colmo.
Así que decidí transformarlo para que me fuese útil y no me diera grimilla, y tras largas noches de quebraderos de cabeza, decidí expresarlo así: observar, escuchar y meditar.
Cuando empecé a poner en práctica esas palabras mi comportamiento también fue cambiando lentamente.
A lo mejor no hablo, porque estoy observando, a lo mejor me callo porque estoy escuchando, y cuando pienso y medito todo lo que he absorvido, entonces y solo entonces, saco mis conclusiones y es la hora de pasar a la acción.
Salen propuestas, críticas, puntos de inflexión, debates, cambio de hábitos, reconocimiento de equivocados planteamientos, aprendizajes y saberes nuevos.
El lenguaje no son sólo palabras, las palabras nos determinan, encasillan, manipulan... pero solo si queremos, también podemos adueñarnos de ellas, comprender su significado y cambiarlo o darle la vuelta.
No es cierto eso de hablar por hablar, cada conversación importa, cada palabra deja una huella...
Esto es... desaprendiendo lo aprendido.